lunes, 27 de abril de 2009

Cómo exponer un tema ante el grupo



Si aún no te ha correspondido exponer un tema ante un grupo, seguramente se te dará la oportunidad en el futuro cercano. Y sería una lástima que por inseguridad no la aprovecharas. Disertar sobre un tema, ya sea en una reunión de trabajo, del colegio o comunidad de vecinos, siempre te hará crecer. Además, aumentarás tu conocimiento y confianza en ti mismo. Todo esto te beneficiará prontamente para que se te considere como persona de confianza para asumir nuevas responsabilidades y, seguramente en el futuro, mejor remuneración.

Bien. Tienes que preparar un tema y has recopilado la mayor información posible. Luego, haces una selección de lo que expondrás. Considera el tiempo que te asignarán y que las personas no pueden retener mucha información al mismo tiempo. Es mejor profundizar tres o cuatro ideas principales. Si pretendes entregar diez, seguramente la gente no logrará ahondar ninguna.
Prepara material audiovisual de apoyo. Por ejemplo, algún vídeo, cartel, transparencia, diagrama o ilustración.

Lo ideal es que expongas tu tema, no que lo leas. Si te limitas a pararte adelante para leer un escrito, los asistentes quedarán con la sensación que mejor les hubieras entregado una copia de tu trabajo para llevárselo a sus casas y no tener que perder el tiempo allí. Además, pierdes el contacto visual con tu público y no lograrás un impacto importante.
Al hablar en público
Cuando tengas que hablar ante un grupo de personas, lo ideal es que expongas tus ideas y que no tengas que leerlas. De esta forma lograrás un mejor contacto con el público, podrás ver sus reacciones, percibir si están entendiendo o no lo que les estás expresando.
Para ello tienes que preparar bien tu tema. Recopilar la mayor cantidad de información que dispongas, consultar a expertos si tienes la oportunidad y seleccionar lo que dirás, conforme a los objetivos que quieras lograr con tu público. Si te vas a dirigir a alguien es con un propósito, es que quieres obtener alguna reacción, algún cambio o un apoyo para algo. Debes tener bien claro cuál es tu objetivo.
Selecciona unas pocas ideas claves. Puedes hacer un resumen escrito al que recurrirás en caso que se te olvide algo. Sin duda te dará seguridad. Cada párrafo que has escrito contiene alguna idea. Procura subrayar una o dos palabras que te recuerden la idea principal de ese párrafo.
Luego, has una lista con esas palabras claves. Deberías, con ella, ser capaz de explicarle a alguien (a modo de ensayo) lo que quieres comunicar. Esas palabras te servirán de recuerdo de las ideas que has desarrollado y elegido. En el momento de tu exposición, puedes llevar una simple tarjeta con esas palabras: bastará con que las mires rápidamente y te recordarán todo el discurso.

Requieres:
۞ Fijar el objetivo
۞ Decidir el tema
۞ Trazar un plan provisional
۞ Buscar información
۞ Redactar el texto definitivo
۞ Preparar material de apoyo
۞ Ensayar la presentación






Consejos:




Elige el tema de un buen libro de texto, pero no lo sigas al pie de la letra.
Organiza lo que vas a explicar, pero no seas esclavo de ese orden.
Revisa siempre tu material; de esa forma, siempre será actual, grata y espontánea.
Que tus clases sean espontáneas, pero no improvises conocimientos.
Comienza y termina siempre puntualmente.
Empieza cada clase con un esquema; la falta de vocabulario perjudica menos a un alumno que el no saber lo que le aguarda.
Nunca esperes que tus alumnos aprendan o entiendan algo que tú no aprendiste o comprendiste.
Nunca des una clase sin que tus conocimientos superen ampliamente el contenido de ella.
No pienses que la atención en los detalles compensará la falta de perspectiva.
Nunca abrumes a un alumno con una exhibición de tu erudición; los alumnos están menos interesados en lo que tú sabes que en lo que pueden aprender.
No te enorgullezcas de saber más que tus alumnos: ellos no eligieron nacer después que tú.
Admite tu ignorancia, pero sabiendo distinguir la tuya de la de los demás.
Nunca iguales la ignorancia o falta de conocimientos de tus alumnos con la estupidez.
No te aprendas de memoria tu clase, simplemente comprende la materia.
No des clases leyendo tus notas, salvo los números que no puedas recordar.
Nunca, nunca, leas tus anotaciones: si los alumnos fuesen analfabetos, no estarían en tu asignatura.
Ten esquemas o notas a mano, pero no las uses; un buen actor no necesita apuntador.
Evita los retroproyectores: mejor equivocarse siendo espontáneo que no cometer errores siendo aburrido.
Evita la exposición monótona: el interés de los alumnos debe dirigirse a la materia, no a tu voz.
Emplea una velocidad de exposición adecuada: las sentencias tipo oráculo producen aburrimiento y la verborrea, confusión.
No supongas que la utilización de una palabra o idea una sola vez hace que los alumnos la asimilen: las llamadas a su inteligencia requieren conceptos, no amenazas ni intimidaciones.
Nunca repitas la misma clase. Mírales para saber si te siguen.
Contesta las preguntas lo mejor que puedas. La pregunta rara vez procede de un sujeto, y no es una interrupción, sino un desafío para canalizar la respuesta hacia la materia que queda.
La diferencia entre dar clases y actuar radica en quién va primero, si el tema o las palabras.
Utiliza cuestionarios de exámenes como parte importante de la enseñanza; los alumnos abordan la materia basándose en el tipo de preguntas que se les ofrecen.
Supón siempre que estés impartiendo tu clase que lo que los alumnos desean es aprender y no limitarse a aprobar los exámenes.
Nunca preguntes en un examen lo que no les pediste que aprendieran durante las clases.
Nunca digas a tus alumnos que sean responsables y que aprendan un tema: la responsabilidad con respecto al aprendizaje es un deber de los demás y no de uno mismo. El límite entre la obediencia y la autoestima es ciertamente estrecho, pero claro.
Ser competente es algo que debe preceder siempre a ser popular.
Alaba al alumno por sus logros, no lo condenes por sus fallos.
Nunca digas un chiste por decir, sino sólo al servicio de lo que estás enseñando.
Jamás te rías de tus alumnos, ríe con ellos.
Nunca te burles de tus alumnos, salvo que quieras que se burlen de ti.
Toma siempre tan en serio a tus alumnos como quieras que ellos te tomen a ti.
No seas demasiado serio dando clase: piensa lo enormemente divertido que es el que tus alumnos estén interesados en lo que les están explicando.
Nunca pierdas tu control delante de tu clase. Tus alumnos no están interesados en tus emociones privadas.
Trata a tus alumnos con respeto y te respetarán, y también con educación porque no lo confundirán con blandura.
No confundas la familiaridad por parte del alumnado con falta de respeto, ni el desacuerdo personal con antipatía personal.
Mira a los alumnos cuando les des clase; el techo y el suelo no están interesados en lo que explicas, ni tampoco el encerado.
No supongas nunca que tu asignatura es la única.
No supongas nunca que un alumno que se duerme en clase está aburrido o carece de interés por tu asignatura. Tal vez se paso toda la noche estudiando otra materia.
No empieces rápido y termines lento: eso demuestra que se te acabó la materia.
No empieces lentamente y termines lentamente: lo único que conseguirás será dejar exhaustos a tus alumnos.
Cada asignatura tiene su propio lenguaje: el buen profesor es aquel que enseña siempre lenguaje, y no simplemente palabras.
No supongas nunca que el que los alumnos se queden sumidos en el silencio significa que lo han comprendido absolutamente todo; quizá lo que sucede es que se sienten confusos.
Nunca olvides reforzar un término o concepto escribiéndolo en la pizarra y repitiéndolo para que el alumno tenga la oportunidad de anotarlo, pero jamás, jamás, repitas cada frase: el resultado de esa repetición al pie de la letra es dar la mitad de la clase en el mismo tiempo.
No confundas dar clase con dictar: lo primero es un proceso creativo recibido y elaborado activamente por el alumno y lo segundo, un ejercicio mecánico anotado pasivamente para tratar de comprenderlo más adelante.
Nunca seas tan simple como para caer en la trivialidad, ni tan complicado como para ser oscuro: una clase clara e inteligible no tiene por qué ser simple, ni una profunda, ininteligible.
Actúa con la convicción de que lo que enseñas tiene importancia, aunque no seas capaz de demostrarlo.
Termina tu clase exhausto y radiante; sin esos sentimientos, tu clase no fue soberbia.
La inteligencia se mide más por la calidad que por la cantidad de aprendizaje.
No esperes una capacidad infinita de aprendizaje por parte de tus alumnos: la saturación de la mente viene limitada más por la fisiología que por la inteligencia. (La inteligencia es la capacidad de lograr el máximo aprovechamiento dentro de las limitaciones fisiológicas o condicionantes de la mente.)
No te mofes de la originalidad brotada de la ignorancia.
El máximo desafío de la enseñanza es retener el entusiasmo del alumnado pese a sus crecientes conocimientos. Un buen profesor fomenta la creatividad en vez de la información.
Los profesores no dan notas; los alumnos las ganan.
No confundas enseñar bien con examinar bien o con calificar bien. (Dar una clase es una cosa y examinar y calificar, otras; un buen profesor debe dominar las tres.)
*Tomado de: Gaceta Universitaria, 14 Oct 1991, p. 16 (Traducción de Víctor Sánchez del Olmo, de "Fifty-six laws of good teaching", por Herbert C. Friedman, Journal of Chemical Education, May 1990.)


Miedo a hablar en publico

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